lunes, 11 de diciembre de 2017

La música también ama



David y Saúl, Rembrandt (c. 1650)

Durante el primer encuentro de Kierkegaard Buenos Aires, "Salud mental y envilecimiento de los lazos sociales en el neocapitalismo" el músico Cristian Bonomo se refirió al poder curativo que históricamente ejerció la música (ver informe y audio acá). A continuación, las referencias musicales de su intervención.

En el Antiguo Testamento:

David y Saúl:

Y cuando el espíritu malo de parte de Dios venía sobre Saúl, 
David tomaba el arpa y tocaba con su mano;
y Saúl tenía alivio y estaba mejor, y el espíritu malo se apartaba de él.

1 Samuel 16: 23 Reina-Valera 1960 (RVR1960)


Oliver Sacks

El neurólogo Oliver Sacks en el prefacio de su libro Musicofilia comienza:

"Qué curioso resulta ver a toda una especie –miles de millones de personas– interpretando y escuchando pautas tonales que carecen de significado, ocupando y dedicando gran parte de su tiempo a lo que denominan 'música'. Ésa fue, al menos, una de las cosas relacionadas con los seres humanos que desconcertaron a los seres alienígenos enormemente cerebrales, los Superseñores, en la novela de Arthur C. Clarke El fin de la infancia. La curiosidad los lleva a descender a la superficie de la Tierra para asistir a un concierto, que escuchan educadamente, y al final felicitan al compositor por su “tremenda inventiva”, aunque todo aquello sigue pareciéndoles absurdo. No entienden lo que les ocurre a los seres humanos cuando hacen o escuchan música, pues a ellos no les pasa nada. Ellos, como especie, carecen de música".


Orfeo

En la mitología griega, la historia de Orfeo refiere al poder de la música. En febrero de 1607 se estrena en Mantua la que es considerada la primera ópera en la historia de la música: L’Orfeo, de Claudio Monteverdi. En el Prólogo, se aparece ante los espectadores la mismísima Música:

La música

Desde mi amado Parnaso a vosotros vengo,
ínclitos héroes, noble sangre de reyes,
de quienes la Fama narra excelsas virtudes,
nunca lo suficientemente loadas como merecen.

Yo soy la Música, que con dulces acentos
sé apaciguar los turbados corazones,
de noble ira y de amor puedo
inflamar los espíritus más gélidos.

Al son de mi citara dorada
suelo adular los mortales oídos
y de esta guisa su sonora armonía
cual celestial lira el alma estimulo.

Más es de Orfeo de quien deseo hablaros,
de Orfeo, que hechizó las fieras con su canto
y persuadió al infierno con sus preces,
gloria inmortal de Pindo y Helicón.

Ahora, mientras alterno mis cantos alegres o
tristes, no se mueva pájaro alguno en la rama,
ningún rumor de ola suene en estas riberas
y que detenga su soplo la brisa.




Alrededor de 1686 en la ópera de cámara La descente d’Orphée aux enfers de Marc-Antoine Charpentier, las almas condenadas cantan ante la voz y la música de Orfeo.

Mientras dure en nosotros tan dulce recuerdo,
La felicidad del infierno dará celos al cielo.



Björk

Hace unos días fue editado el nuevo disco de Björk, Utopia; allí, en una de sus canciones se escucha:


La música también sana
y estoy aquí para defenderla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario