viernes, 31 de diciembre de 2021

Mis sueños atrozmente hermosos



Debería haberte olvidado hace mucho 

pero aparecés en cada canción que escucho

está mal andar llorando, suspirando y todo eso

claro, por supuesto,

pero no, no podés separarte.


No te vi en años

aunque no es tan desolado como parece

todavía bailamos en escenarios giratorios

en mis sueños de Busby Berkeley.


Las lágrimas mancharon todas las páginas

de mis revistas True Romance

todavía bailamos en mis atrozmente hermosos

sueños de Busby Berkeley.


Y ahora querés dejarme para siempre

me rehuso a creer que seas capaz

olvidás que no estamos hechos de madera

bueno, corazón, podés hacer lo peor

pero vas a tener que matarme primero.


No te vi en años

aunque no es tan desolado como parece

todavía bailamos en escenarios giratorios

en mis sueños de Busby Berkeley.


Las lágrimas mancharon todas las páginas

de mis revistas True Romance

todavía bailamos en mis atrozmente hermosos

sueños de Busby Berkeley.


¿Creés que es peligroso?

¿Tener sueños de Busby Berkeley?


domingo, 19 de diciembre de 2021

Postdictadura: cuando Foucault se volvió la Instrucción Cívica de la vida de derecha




Nota del editor: Lo que siguen son algunos párrafos extraídos del libro de Silvia Schwarzböck, Los espantos. Estética y postdictadura (Cuarenta Ríos, Buenos Aires, 2015)

La autora describe las condiciones del campo sociocultural tal como quedó dispuesto después de la última dictadura militar, en lo que se dio en llamar "la vuelta de la democracia". El sistema político postdictatorial, con la vigencia -vacilante, agrego- del Estado de Derecho, solo puede rehabilitar, tras los campos de concentración y los vuelos de la muerte, una vida de derecha. La vida de derecha triunfó como resultado de la dictadura (no importa que los sistemas de valores expresamente declamados sean fascistas, conservadores o liberales). Solo bajo estas condiciones restringidas se le permite funcionar a la actual democracia. Por eso, los intentos de salirse del sistema de vida neoliberal se topan periódicamente con el duro límite que desde hace medio siglo se muestra infranqueable. No es solo que los medios de comunicación inculquen ideas que la población adopta ingenuamente contra sus propios intereses, o que la memoria colectiva sea tan frágil como para olvidar rápidamente los agravios que se le hacen -vale recordar: a 20 años del colapso del 2001, todos los agentes políticos, económicos y culturales que lo precipitaron están plenamente activos y dispuestos a volver, sin que un clamor popular se manifieste interesado en sacárselos de encima. ¿Cómo puede ser? 

El texto de Schwarzböck, escrito poco antes de que un partido de derecha dura triunfara en elecciones libres en 2015, sostiene que más allá del discurso acerca de la "vuelta" de la democracia -¿cómo puede volver lo que nunca estuvo?- la vida actual ha sido diseñada por la dictadura. El libro de Schwarzböck marca opacas continuidades donde el discurso superestructuralista simula un "nuevo comienzo". La dictadura pareció cesar el 10 de diciembre de 1983 con la asunción de Ricardo Alfonsín; los ejecutores militares del plan de exterminio fueron procesados y condenados, algunos centenares de represores terminaron en la cárcel, pero nuestra sociedad sigue siendo la que la dictadura cívico militar diseñó. Alrededor nuestro a menudo alguien nota que todavía flotan "los espantos", esos que percibía la Tía Lala, la vieja loca -encarnada en La mujer sin cabeza por María Vaner- que hace años decidió no moverse de la cama y a la que nadie de la familia tomaba en serio.

El libro de Schwarzböck es de lectura imprescindible para quien trate de comprender el acorralamiento político en el que vivimos desde hace décadas: triunfó la vida de derecha y por eso las fuerzas vivas nos permiten jugar a la democracia. Hay que buscar, más allá de los cortes institucionales, la sorda continuidad. Las cosas que los campos de concentración y los vuelos de la muerte no hicieron, las terminó de hacer la propia "vuelta" de la democracia. 

En los años 80 se produjo la importación académica de discursos filosóficos destinados a sedimentar en sentido común. El decisivo es el repudio a la verdad. La vida de derecha se vive en la no-verdad. Buenos Aires abrazó durante el primer alfonsinismo y de ahí sin interrupción la doctrina de la no verdad. Todo es interpretación. Eso que en los 80 se experimentaba como un "liberarse de" -la verdad- terminó resultándonos complicado. La no verdad y la interpretación infinita es el elemento en el que la derecha chapotea en su salsa. La representación parlamentaria, mediática y judicial nos tratan de convencer  de que es posible vivir en la no verdad, es decir: llevar una vida de derecha *. Los que sigue son unos fragmentos del notable libro de Schwarzböck:

Los espantos

[...] A partir de 1984, Nietzsche, Marx, Freud (1965), de Michel Foucault, se incorpora, como lectura obligatoria, a los programas de "Introducción a la filosofía" (que suele ser una materia inicial - con ese nombre u otro parecido- en todas las carreras de humanidades). Lo obligatorio a aprender, para la vida en democracia, de un texto inmediatamente anterior a la Noche de los Bastones Largos, es la primacía de la interpretación: no existe un comienzo ni un fundamento último para la vida en común; la vida en común es un sistema de signos; y los signos son malévolos; la malevolencia del signo -su ambigüedad estructural, explica el profesor- es inextinguible, porque todas las interpretaciones son interpretaciones de interpretaciones; cada signo es una interpretación de otra interpretación; y esta interpretación infinita - entiende finalmente el alumno- no es otra cosa que la democracia. La democracia es interpretación infinita porque no hay comienzo sino retorno. La democracia postdictatorial es retorno a (o de) la democracia - como se dice en 1984 y como se sigue diciendo hasta hoy-. La democracia nunca podría haber sido comienzo.

La filosofía de la sospecha, a partir de 1984, se convierte en instrucción cívica. Sospechar de la verdad es un buen principio para la vida en común. Bajo esta premisa, Marx no es un teórico de la revolución. Nietzsche no es el autor de La voluntad de poder -la autoría, como imputación, se transfiere a su hermana protonazi- y Freud no es el teórico burgués del Edipo ni el inspirador de la liberación sexual del freudomarxismo. Marx no interpreta las relaciones de producción, sino la interpretación que las ha naturalizado: interpretándolas como una interpretación, demuestra que se ha instituido no por su verdad, sino por medio de la violencia. La etimología de la palabra bueno (agathós) en la Genealogía de la moral, muestra no sólo que todas las palabras son interpretaciones de interpretaciones, sino que esas interpretaciones las instituyen las "clases superiores" (o las "clases dominantes" en el vocabulario marxiano). Freud interpreta en el lenguaje de sus pacientes lo que sus pacientes le ofrecen como síntomas: la interpretación del analista es la interpretación de la interpretación del paciente. El síntoma es una interpretación, contra la cual el psicoanálisis inventa otra interpretación.

Después de entender cuál es el legado eminentemente contemporáneo de Nietzsche, Marx y Freud - es decir, qué es lo que hace que ellos no pasen a retiro junto con la teoría burguesa y la teoría proletaria-, el alumno ya sabe, para el resto de su vida en democracia, que todas las interpretaciones se instituyen por la violencia (en lugar de imponerse por su verdad) y se destituyen por la violencia (en lugar de caer por su falsedad): el signo es una máscara que recubre la interpretación y, por eso mismo, la interpretación siempre está obligada a interpretarse a sí misma, a volver sobre sí bajo la preguntaa "¿quién?" (¿quién ha propuesto la interpretación?) y no "¿qué?" (¿qué referente tiene?).

Una vez entendida la no verdad de la vida en común, el alumno saca del texto de Foucault una conclusión que nunca podría llevarlo a la violencia política (ni siquiera a simpatizar con ella): la violencia -de la que hablan los filósofos de la sospecha- es la violencia de una interpretación contra otra interpretación. La violencia no es otra cosa que el conflicto entre las interpretaciones. No hay violencia originaria. No hay violencia primera. Ni hay contraviolencia (no hay violencia del Pueblo de la que pueda decirse, después de leer a Foucault, que no es violencia). Además, por si fuera poco, la democracia es lo suficientemente violenta, en términos simbólicos, como para buscar violencia fuera de los límites discursivos. El alumno que saca estas conclusiones está debidamente preparado para la democracia, es decir, para la no verdad.

La parte no alfonsinista de la cultura alfonsinista, por eso, fue foucaultiana. La parte alfonsinista, en cambio, hizo primar en sus bibliografías la filosofía analítica que, para la época del texto de Foucault (1965), ya había tenido su propio giro lingüístico: ella también desconfiaba de la verdad -la verdad científica como comienzo de toda investigación filosófica- en la que confiaba ciegamente, tomando como modelo a las ciencias duras, el Círculo de Viena, y hablaba de sí misma -agregándose el prefijo post- como filosofía postanalítica. También por la vía postanalítica se podía llegar -y menos laberínticamente que por la vía foucaultiana- a la ausencia de comienzo, a la interpretación infinita, a la no verdad.

Esta doctrina del no comienzo, de la interpretación infinita, de la no verdad -aprendida por la vía postanalítica o por la vía postestructuralista- enseñaba a entender, como parte de un giro lingüístico que excedía a la Argentina, por qué la democracia no podía empezar, sino sólo retornar



* Nota del editor: Me gustaría citar acá unos párrafos que escribí como encabezamiento para un extenso texto sobre el problema de la verdad en el pensamiento nietzscheano, publicado el 31/1/2018 con el título "Nietzsche largo" (ver texto completo acá). Estos apuntes me resultan aquí pertinentes. Entonces decía.

"En el último par de años me dediqué a repasar mis lecturas de Nietzsche (...). Mi actual relectura de Nietzsche fue en paralelo con el proceso político de imposición del neoliberalismo en la región del mundo en que vivimos. Estas relecturas se impregnaron del presente y modificaron mi perspectiva anterior hacia este autor que vengo leyendo desde mis 16 años. Algo se cayó en estas relecturas y no creo que sea producto de mi reelaboración intelectual. Creo que la experiencia política vivida en estos años me llevó a los libros de Nietzsche con preguntas nuevas. También me parece que esas preguntas estaban latentes en un malestar sordo que siempre me acompañó al leerlo. 

En mis intervenciones públicas empecé a articular en palabras la distancia que me fue separando paulatinamente de la fascinación que su estilo de escritura provoca. Traté de ir más allá del encanto de Nietzsche como escritor, para confrontarlo con mi experiencia histórica. Una de las cosas que más me llamaron la atención fue la devolución enojosa que provoca mi creciente distancia hacia Nietzsche. Descubrí que el ambiente cultural porteño es fuertemente nietzscheano y que sus aforismos se volvieron consignas de una religión de descreídos. Esta ciudad ya no es católica y nunca fue marxista. El psicoanálisis y Nietzsche en combinaciones diversas forman parte del sentido común porteño. Para tejer esta naturalización del dogma nietzscheano debe haber sido preciso limarle sus aristas más hirientes, domesticarlo, transformarlo en un afable impugnador de un puritanismo que acá nunca se practicó y que él jamás fue. Los centro-izquierdistas porteños no tocados por la militancia política ni mellados por el terror de estado son culturalmente nietzscheanos. Sin embargo, es la derecha la que lleva el programa político nietzscheano, sin necesidad de declararlo. Lógico: la derecha no necesita un barniz cultural para realzar su existencia: necesita dinero y violencia. Y Nietzsche no necesita adherentes porque sus ideas anticiparon las prácticas sociales del neoliberalismo. Una recusación del poder algo imprecisa en la práctica requiere adoptar un discurso vagamente nietzscheano: no hay verdades absolutas, todo se relaciona con el poder, el cristianismo es malo, hay que ser creativos, toda moral es falsa, Dios no existe, los tiempos cambian, después vemos, hay que disfrutar del cuerpo, cositas así. Una nueva forma de consolación que no exige grandes esfuerzos prácticos y nos sirve para construir un perfil cosmopolita, relativista, egosintónico. Por supuesto, los libros de Nietzsche son muy otra cosa, pero se los lee poco, o se los pasa por el filtro de otros autores que lo bañaron, lo perfumaron (en Francia), lo adecentaron.

domingo, 28 de noviembre de 2021

The trouble with Joe



por Oscar Cuervo

El problema con Apichatpong Weerasethakul (AKA Joe) fue su triunfo rotundo. Quiero decir: cuando en 2003 vimos Blissfully Yours, la certeza de toparnos con algo nuevo pero ya consumado fue inmediata. No la promesa de algo sino su realidad efectiva. Ya habíamos visto a gran parte de los autores que trazarían los contornos posibles del segundo siglo: Kiarostami, Sokurov, Bela Tarr, Tsai, Wong, Hou, Hong, Jia. Pero algo en Joe lo ponía fuera de toda serie previa. Su radicalidad nacía íntegra: lo grande ya estaba en el inicio. El reencantamiento del mundo, el rumor de la jungla, el sonido inmersivo, los organismos en el aire, las pieles brotadas, las mutaciones, el brillo del sol entre las hojas, la noche mágica, las milicias, el pop terso y las voces susurrantes. Y una libertad de toda constricción aristotélica que nos llevaba a aceptar amablemente la laxitud de las conexiones, sus zonas inciertas.

Lo hizo tan bien que nos convenció en seguida. Las películas siguientes fueron la confirmación del primer vislumbre: Tropical Malady, Syndromes and a Century, Uncle Bonmee, Cemetery of Splendor, etc. Una tan bella como la otra. Aprendimos a no hacer las preguntas usuales del primer siglo del cine por improcedentes. Los profesores de guión y de montaje de las escuelas de cine habían caducado.



La generación siguiente de cineastas creció viendo su desempeño impecable. Los festivales lo adoptaron.

Hoy cualquier festival tiene dos decenas de películas con organismos mutantes, sonidos inmersivos, noches encantadas. Joe es el paradigma triunfante.

Este año hizo una película que lo saca de su espacio originario y lo sitúa en Colombia, bajo la hipótesis de que la jungla, la violencia larvada y el rugido del animal primitivo son geográfica y culturalmente trasladables. Puso como mirada mediadora a Tilda Swinton, ni colombiana ni tailandesa sino inglesa. Sobre todo estrella global. En la primera mitad, cuando el personaje de Swinton deriva sin rumbo preciso por las zonas urbanas de Colombia y verbaliza su angustia ante una obsesión acústica, Apichatpong muestra su interés por situarse en una mirada occidental y es inevitable que remita a las derivas de Monica Vitti para Antonioni, con evidente desventaja para el tailandés y la inglesa. La película parte de una idea estereotípica de Joe: un sonido viene de la entraña de la tierra y Tilda no logra acallarlo [Curiosa coincidencia con una película pequeña y hermosa, resuelta con cálida simplicidad por Pablo Weber, Luto, ampliaremos]. Tilda va por las calles colombianas, medio turista, medio antropóloga, visita instalaciones y salas de ensayo y conversa sobre Dalí y el surrealismo. En declaraciones periodísticas Joe dice que quiere integrar el problema de la memoria colectiva amenazada por las políticas dictatoriales con la experiencia onírica del sueño. En la película aparece un Joe autoexplicándose con notas al pie, como nunca antes le hizo falta.
 

Hoy los jóvenes cineastas en busca de fondos presentan proyectos alla Joe: saben que tienen grandes chances para conseguir aportes financieros y ganar premios en festivales de todo el mundo. De ahí resultan películas previsibles y parecidas unas a otras como no lo había sido Joe en su época de oro. En Mar del Plara 2021 hubo varias así.

Este es el problema con Joe.

sábado, 27 de noviembre de 2021

Memoria Luto


Curiosamente dos películas vistas en este Festival de Mar del Plata se vertebran alrededor de un sonido que emite el universo, atraviesa un cuerpo y es imposible de olvidar. Memoria de Apichatpong Weerasethakul y Luto de Pablo Martín Weber. Pero ahí donde el tailandés se enreda en un laberinto trascendental, entre el trasplante lingüístico y el casting trasnacional, la del cordobés logra conmover con una sencillez y una frescura pasmosas. Weber se perfila como uno de los grandes cineastas de la década que empieza y ya estamos esperando el largo.

(Mi comparación puede resultar impertinente y las expectativas que pongo riesgosas, pero así me piace, este es mi lugar).

domingo, 21 de noviembre de 2021

PR1NC3S4

 


por Juan Ignacio Camino

A propósito de PR1NC3S4, Raúl Perrone nos sumerge en una atmósfera onírica y espiritual, un edificio abandonado, una suerte de portal atestado de almas solitarias que obran una introspección, donde rondan espíritus despojados de sus frivolidades, en la búsqueda de sus propios deseos. Una dimensión, una locación de ensueño que, por cierto, es la misma que hemos visto en 3SCOMBRO5 (presentada en el marco del DOC Buenos Aires). 



PR1NC3S4 indaga sobre constantes reflexiones acerca de nuestros sentires y pensares, un Samurái junto a una princesa, aprisionados a causa de un largo diluvio en un sitio desolador, suspendido en el tiempo. Personajes en la búsqueda de justicia, en la lucha contra sus sentimientos, contra la oscuridad que se apodera de los cuerpos.

sábado, 6 de noviembre de 2021

Cuatro noches de un soñador (Robert Bresson, 1971)





por Oscar Cuervo

Había visto solo una vez esta película hace años, en una copia muy mala que no me permitía apreciar el extraordinario trabajo que hace Bresson con la oscuridad de la noche parisina y sus juegos con el color y las distancias focales, bastante inusuales en el resto de su obra.



Aquí toma el núcleo narrrativo de una nouvelle de Dostoievski, una pequeña fábula de amores juveniles desdichados, ajena a la épica que imprime a casi todas sus otras películas. En ese esquema simple de amores desencontrados, Bresson se toma toda la libertad para introducir desvíos, digresiones, personajes y situaciones laterales, que comentan las posibilidades del arte o ensayan diversas maneras de hacer entrar la música, la pintura y el mismo cine en un territorio que en el resto de su filmografía parecían vedados.



Por la ligereza con la que Bresson se permite observar la vida nocturna de Port Neuf con sus hippies lánguidos, por el permiso que se da para poner a Dostoievski en fricción con la juventud actual (de su actualidad), es posible que Cuatro noches... sea la más libre de las que hizo. Esta vez sus "modelos" tienen una frescura no tan sumida en el rigor del automatismo sonambúlico. Esto ya se aprecia en la presentación del protagonista, previa a los títulos, en el desgarbo gracioso con que se encoge de hombros y su gesto de alegría gratuita cuando se echa a rodar por un prado verde (imposible no asociar esta ligereza con el sombrío final de Mouchette).



Curiosamente, Cuatro noches de un soñador es un boceto amable y anticipatorio de la mucho más oscura Le diable, probablement. Parece que Bresson se hubiera dado un respiro para tomar aliento antes del envión hacia el tramo final de su obra, con los jóvenes desesperados de Le diable... y L'argent.

En todo caso, Cuatro noches de un soñador agrega un matiz distinto a su filmografía imbatible.

viernes, 29 de octubre de 2021

La raya -Nestor Perlongher

Hacer de raya espiralado ruedo?    de vestido, sombrero?    piso, hamaca?

cuando ésta se termine     cuando acabe     rempezar rempujar    rellenar  enllenar
cuando ésta crepe, espiralar la raya?     el firulete?
      llovía y te ofrecí
Hacer de hueco encarnizado cerro?
cuando rota la lente estalle el ojo    mirar lo desmirado
      tullir la opaca bota     cuando empiece       la lluvia,
      le ofrecí
estuve entonces?    cuándo?   cuando vuelva
                                               de vuelta darle vuelta
Juan a ser Pedro, Pedro a ser Cristina
qué voz, qué yeite, qué encorvado cuello       ofrecerá la lluvia
      cuando el mambo
hacer de torpe pie tullidas alas?
si acaso el dulce novio, cuando regrese, hallare
              violada madre     violentada esposa
              "el bueno, dicen, no es demasiado bello"
roto libro?
dar dado lo tenido?        comprar vestidos pastos?
Si prendido el aro       gime la triste oveja
     apalabrar en rejas       de entusiasmo senil,
           de antigua curva?
Si, pasado el Danubio, ya no restara tibia agua
            despertar a los presos en la noche llevando sucia sábana?
            así vestido?
Cuando ésta recomience, ser abandonado por ella?
           ser roído, mordido por sus fauces?
cuando llamen, nos estarán golpeando?
de terco hijo, espiralado padre?


Néstor Perlongher, "La Raya", Escenas de la guerra

domingo, 17 de octubre de 2021

Acerca del niño proletario

Caímos juntos barranca abajo

éramos tres del barrio y uno de la Villa 22

un pobre pobre, un pobre diablo

nosotros éramos los niños endiablados del amor

de las familias más argentinas

no nos dormimos sin rezar el Padre Nuestro al redentor.


El niño ausente, el proletario

traía en la sangre mil generaciones del peor alcohol

entre los fierros, entre los sapos

entre el calor casi demente del arroyo seco, arróyalo

lo convencimos, lo enamoramos

y le juramos que jamás se olvidaría de nosotros

y así le hicimos comer el barro

tragar la mugre misma con la que se había alimentado

y así le hicimos beber espanto

tres chicos ricos empresarios, lo más parecido a un santo

y nos reímos, nos animamos

pateando el culo de un chiquito hambriento, triste y solitario.


Tengo veinte mil años, soy un loco enjaulado

tengo veinte mil años, soy el niño proletario

tengo veinte mil años y estoy en el aire.


Yo le bajaba los pantalones

mientras mis dos hermanos le ataban los brazos, su sudor

nos empapaba, nos excitaba

yo puse dentro de él lo mío tan a fondo que explotó

y fui precioso, tan kamikaze

yo fui Calígula y él fue la Virgen que este Dios violó.


Lo liquidamos tan de repente

y mientras se moría yo le acuchillaba el corazón

y le di duro entre los dientes

ya no tenía voz el chico para pedir por favor

que lo matemos, lo antes posible

andá a cantarle a Gardel, andá a cantarle a Perón.


Tengo veinte mil años, soy un loco enjaulado

Tengo veinte mil años, soy el niño proletario

Tengo veinte mil años y estoy en el aire.

Estoy en el aire.

FITO PÁEZ, versión libre del relato "El niño proletario" de Osvaldo Lamborghini (Ver acá)

Ilustración: Carmen Cuervo

sábado, 16 de octubre de 2021

Lejanía salvaje y azul

 The Wild Blue Yonder (Werner Herzog, 2005)

por Oscar Cuervo

Según la descripción de Herzog: "Unos astronautas perdidos en el espacio, el secreto de Rosswell revisitado y un extraterrestre, Brad Dourif, que habla de su planeta natal, con su atmósfera compuesta de helio líquido y su cielo congelado… Esto forma parte de mi fábula de ciencia ficción”.

Herzog monta filmaciones subacuáticas documentales cedidas por la NASA, mientras desde el relato su protagonista renomina esas imágenes: lo que vemos sería el cielo congelado de su lejano mundo de origen. Las medusas herzoguianas se mueven con una gracilidad que ningún desarrollo digital podría haber logrado, mientras la música de Ernst Reijseger hace hablar en lenguas a estos alienígenas que en realidad son parte de la fauna marina. Una operación poética lejos de las tecnologías bélicas del 3D que asedian la percepción del espectador en películas como Avatar y pone en marcha el más honesto ilusionismo que el cine reconoció como posibilidad suya ya en sus orígenes.

Herzog es fiel a un propósito: tomar el cine como un órgano que extiende el alcance de la mirada humana hasta el límite de lo posible y, si pudiera, más allá. Lo que vemos en sus películas nunca es una invención, sino visiones inauditas de nuestro mundo. En esto, es el realista más radical.

miércoles, 13 de octubre de 2021

Caetano: Livros







Tropezabas con astros desastrada

casi no teníamos libros en casa

la ciudad no tenía librería

mas los libros que en nuestra vida entraron

son como radiación de un cuerpo negro

apuntando a la expansión del universo

porque frase, concepto, tema, verso

y sin duda sobre todo el verso

es lo que puede lanzar mundos al mundo.


Tropezabas con astros desastrada

sin saber que ventura y desventura

de esa calle que va de nada a nada

son libros y la luz contracultura.


Los libros son objetos trascendentes

que podemos amar con el amor táctil

domarlos, cultivarlos en acuarios

en estantes, gayolas o en hogueras

o lanzarlos desde las ventanas

tal vez eso nos libre de lanzarnos

o lo que es mucho peor por odiarlos

podemos simplemente escribir uno.


Llené de palabras muchas páginas

y de más confusión las estanterías

tropezabas con astros desastrada

pero para mí fuiste estrella entre las estrellas.