lunes, 27 de septiembre de 2021

O Fantasma

Empezaba el siglo xxi y Joao Pedro Rodrigues presentaba su primera película





por Oscar Cuervo

Hay una historia que conté varias veces pero insiste en volver a mi memoria. En los primeros años de este siglo el BAFICI estaba en su momento más alto. Los que solo vieron las ediciones de Recoleta o Belgrano no lo pueden imaginar. Para toda una generación fue un período fundacional, el salirnos del clásico circuito USA, Francia, Italia y Alemania, dejarnos arrastrar por el aluvión de cine de orígenes remotos, el sudeste asiático, Medio Oriente, Europa del este, escuchar otras lenguas, ver de otra forma, de a cuatro o cinco por día, una aventura irrepetible. No solo mi historia personal sino la de una generación que descubrió que el cine no se había acabado después de la infantilización promovida por Lucas Spielberg ni la pseudo alternativa de Sundance. Esos shocks no ocurrían una vez por año ni de mes en mes, era cosa de dejarse llevar por ese torrente en un solo día -no un torrent-. Salía de ver a Bartas para meterme en Apichatpong, sin tener referencia de ninguno de ellos. Después de las cinco horas y media de Spiritual voices, tomar un taxi para llegar a ver Millenium Mambo. Las condiciones no están dadas por ahora para que algo así se vuelva a repetir, uno de los más brillantes períodos de la historia del cine.



Un jueves de 2002 a medianoche entré a un Cosmos atestado, irrespirable, para ver la primera película de un autor del que no sabía nada. El estaba presente y aún no gozaba del prestigio mundial que años después ganó. Joao Pedro Rodrígues y O Fantasma. Ahí conocí a uno de los autores más geniales de esta época. O Fantasma me sumergió en un universo presente e invisible, con el terror sagrado que amerita. Pero en verdad digo que si hubo un momento soviético, un neorrealismo, una nouvelle vague dónde todo pareció empezar de nuevo, eso fue Rodrígues a principios de este siglo.



O fantasma propone una experiencia asfixiante. Ya en ese primer largo nos hace penetrar en su mundo de forma seca y brutal. Es de noche, la ciudad duerme, la productividad se detiene. Lisboa vista por los que trabajan recogiendo la basura. No es una investigación antropológica, transitamos hacia una dimensión de pesadilla. La ciudad está poblada por criaturas cuya existencia se rige por una economía del deseo desbocado, un impulso desesperado, sin posibilidad de sublimación, de la mirada directo al acto. Mientras los del día duermen, los otros salen a recoger los restos que el consumo diurno desecha. La película está poseída por el rapto sexual, una obsesión aturdida, una temporalidad que no se permite o no puede esperar. El lado oscuro del capitalismo no deja margen para un después: cada noche hay que volver a recoger la basura, cada vez más basura, lo único que progresa es una montaña de basura. Rodrígues produce un lirismo por sustracción. La falta de ternura hace que todo deseo se vuelva amenaza de dominación o sumisión. Entrar en la vida de otro es penetrar en su espacio y penetrarlo. Interesarse por otro es revolver su tacho de basura, tener un recuerdo de otro es llevarse un calzoncillo sucio, tener sed es beber de un charco sucio, acercarse a otro es voltearlo, maniatarlo. Nadie se saluda. Rodrígues hace que esa gramática de las relaciones se vuelva la gramática de la película. Sin respiro al espectador, la película es rapto y penetración. Si se niega el futuro, no es para morir sino para volverse animal, un mutante alimentado con residuos. El último tercio de la película se desliza hacia una alucinación que conecta al cine con los terrores más primitivos. De esa desolación brota una belleza seca, muda, fulgurante. Un siglo después del comienzo del cine la noche es tan tenebrosa como antes, pero la basura amontonada hace de la tierra en un baldío inhóspito.

Toparme con una película así de repente, sin previo aviso, sin saber que después Rodrígues seguiría filmando me produjo una reacción física. Esa noche no dormí, la cama caía en el vacío.

Veinte años después en streaming supongo que el horror se atenúa. Por suerte después vinieron Odette y Morrer como um homem.

2 comentarios:

  1. siempre nos haces entrar a esos otros mundos...comparto-

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    1. Gracias, Gaby. Esta está en Mubi, Odette también. Morrer como um homem (maravilla) debe ser fácil de conseguir. Besos

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