martes, 16 de enero de 2018

Vanidad

I

(Nosotros no nos contentamos de la vida que tenemos en nosotros, y en nuestro propio ser; queremos vivir en la mente de los otros una vida imaginaria, y nos esforzamos por esto en ostentar apariencias. Trabajamos constantemente en embellecer y conservar este ser imaginario y descuidamos lo verdadero; y si poseemos la tranquilidad y la generosidad o la fidelidad, nos apresuramos a darlo a conocer, a fin de decorar con virtudes este ser imaginario; y aún preferiríamos separarlas de nosotros para dárselas a él; y de buena gana seríamos cobardes para adquirir la reputación de ser valientes. ¡Grande signo de la nada de nuestro propio ser, no darse por satisfecho de lo uno sin lo otro, y renunciar frecuentemente a lo uno por lo otro! Que aquel que no murieses para conservar su honor sería infame).

La dulzura de la gloria es tan grande, que, sea lo que fuere lo que ella acompañe, aún a la muerte, se la ama. 

II

El orgullo contrapesa todas las miserias. O las oculta, o, si las descubre, se glorifica de conocerlas. Tan bien, tan naturalmente nos posee el orgullo, en medio de nuestras miserias, de nuestros errores, etc., que llegamos a perder la vida con gusto, mientras se habla de ello.

III

La vanidad está tan anclada en el corazón de un hombre que un soldado, un guapo, un cocinero, un faquin, se alaban y quieren tener admiradores; y también los filósofos quieren eso. Y los que escriben contra (la gloria) quieren tener la gloria de haber escrito bien, y los que leen quieren tener la gloria de haber leído, y yo que escribo esto, tengo tal vez un tal deseo, y tal vez los que lo leerán... (lo tendrán también).

Blas Pascal, Pensamientos, Artículo XIX


Ilustración: Carmen Cuervo

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