domingo, 28 de noviembre de 2021

The trouble with Joe



por Oscar Cuervo

El problema con Apichatpong Weerasethakul (AKA Joe) fue su triunfo rotundo. Quiero decir: cuando en 2003 vimos Blissfully Yours, la certeza de toparnos con algo nuevo pero ya consumado fue inmediata. No la promesa de algo sino su realidad efectiva. Ya habíamos visto a gran parte de los autores que trazarían los contornos posibles del segundo siglo: Kiarostami, Sokurov, Bela Tarr, Tsai, Wong, Hou, Hong, Jia. Pero algo en Joe lo ponía fuera de toda serie previa. Su radicalidad nacía íntegra: lo grande ya estaba en el inicio. El reencantamiento del mundo, el rumor de la jungla, el sonido inmersivo, los organismos en el aire, las pieles brotadas, las mutaciones, el brillo del sol entre las hojas, la noche mágica, las milicias, el pop terso y las voces susurrantes. Y una libertad de toda constricción aristotélica que nos llevaba a aceptar amablemente la laxitud de las conexiones, sus zonas inciertas.

Lo hizo tan bien que nos convenció en seguida. Las películas siguientes fueron la confirmación del primer vislumbre: Tropical Malady, Syndromes and a Century, Uncle Bonmee, Cemetery of Splendor, etc. Una tan bella como la otra. Aprendimos a no hacer las preguntas usuales del primer siglo del cine por improcedentes. Los profesores de guión y de montaje de las escuelas de cine habían caducado.



La generación siguiente de cineastas creció viendo su desempeño impecable. Los festivales lo adoptaron.

Hoy cualquier festival tiene dos decenas de películas con organismos mutantes, sonidos inmersivos, noches encantadas. Joe es el paradigma triunfante.

Este año hizo una película que lo saca de su espacio originario y lo sitúa en Colombia, bajo la hipótesis de que la jungla, la violencia larvada y el rugido del animal primitivo son geográfica y culturalmente trasladables. Puso como mirada mediadora a Tilda Swinton, ni colombiana ni tailandesa sino inglesa. Sobre todo estrella global. En la primera mitad, cuando el personaje de Swinton deriva sin rumbo preciso por las zonas urbanas de Colombia y verbaliza su angustia ante una obsesión acústica, Apichatpong muestra su interés por situarse en una mirada occidental y es inevitable que remita a las derivas de Monica Vitti para Antonioni, con evidente desventaja para el tailandés y la inglesa. La película parte de una idea estereotípica de Joe: un sonido viene de la entraña de la tierra y Tilda no logra acallarlo [Curiosa coincidencia con una película pequeña y hermosa, resuelta con cálida simplicidad por Pablo Weber, Luto, ampliaremos]. Tilda va por las calles colombianas, medio turista, medio antropóloga, visita instalaciones y salas de ensayo y conversa sobre Dalí y el surrealismo. En declaraciones periodísticas Joe dice que quiere integrar el problema de la memoria colectiva amenazada por las políticas dictatoriales con la experiencia onírica del sueño. En la película aparece un Joe autoexplicándose con notas al pie, como nunca antes le hizo falta.
 

Hoy los jóvenes cineastas en busca de fondos presentan proyectos alla Joe: saben que tienen grandes chances para conseguir aportes financieros y ganar premios en festivales de todo el mundo. De ahí resultan películas previsibles y parecidas unas a otras como no lo había sido Joe en su época de oro. En Mar del Plara 2021 hubo varias así.

Este es el problema con Joe.

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