sábado, 6 de noviembre de 2021

Cuatro noches de un soñador (Robert Bresson, 1971)





por Oscar Cuervo

Había visto solo una vez esta película hace años, en una copia muy mala que no me permitía apreciar el extraordinario trabajo que hace Bresson con la oscuridad de la noche parisina y sus juegos con el color y las distancias focales, bastante inusuales en el resto de su obra.



Aquí toma el núcleo narrrativo de una nouvelle de Dostoievski, una pequeña fábula de amores juveniles desdichados, ajena a la épica que imprime a casi todas sus otras películas. En ese esquema simple de amores desencontrados, Bresson se toma toda la libertad para introducir desvíos, digresiones, personajes y situaciones laterales, que comentan las posibilidades del arte o ensayan diversas maneras de hacer entrar la música, la pintura y el mismo cine en un territorio que en el resto de su filmografía parecían vedados.



Por la ligereza con la que Bresson se permite observar la vida nocturna de Port Neuf con sus hippies lánguidos, por el permiso que se da para poner a Dostoievski en fricción con la juventud actual (de su actualidad), es posible que Cuatro noches... sea la más libre de las que hizo. Esta vez sus "modelos" tienen una frescura no tan sumida en el rigor del automatismo sonambúlico. Esto ya se aprecia en la presentación del protagonista, previa a los títulos, en el desgarbo gracioso con que se encoge de hombros y su gesto de alegría gratuita cuando se echa a rodar por un prado verde (imposible no asociar esta ligereza con el sombrío final de Mouchette).



Curiosamente, Cuatro noches de un soñador es un boceto amable y anticipatorio de la mucho más oscura Le diable, probablement. Parece que Bresson se hubiera dado un respiro para tomar aliento antes del envión hacia el tramo final de su obra, con los jóvenes desesperados de Le diable... y L'argent.

En todo caso, Cuatro noches de un soñador agrega un matiz distinto a su filmografía imbatible.

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