Caímos juntos barranca abajo
éramos tres del barrio y uno de la Villa 22
un pobre pobre, un pobre diablo
nosotros éramos los niños endiablados del amor
de las familias más argentinas
no nos dormimos sin rezar el Padre Nuestro al redentor.
El niño ausente, el proletario
traía en la sangre mil generaciones del peor alcohol
entre los fierros, entre los sapos
entre el calor casi demente del arroyo seco, arróyalo
lo convencimos, lo enamoramos
y le juramos que jamás se olvidaría de nosotros
y así le hicimos comer el barro
tragar la mugre misma con la que se había alimentado
y así le hicimos beber espanto
tres chicos ricos empresarios, lo más parecido a un santo
y nos reímos, nos animamos
pateando el culo de un chiquito hambriento, triste y solitario.
Tengo veinte mil años, soy un loco enjaulado
tengo veinte mil años, soy el niño proletario
tengo veinte mil años y estoy en el aire.
Yo le bajaba los pantalones
mientras mis dos hermanos le ataban los brazos, su sudor
nos empapaba, nos excitaba
yo puse dentro de él lo mío tan a fondo que explotó
y fui precioso, tan kamikaze
yo fui Calígula y él fue la Virgen que este Dios violó.
Lo liquidamos tan de repente
y mientras se moría yo le acuchillaba el corazón
y le di duro entre los dientes
ya no tenía voz el chico para pedir por favor
que lo matemos, lo antes posible
andá a cantarle a Gardel, andá a cantarle a Perón.
Tengo veinte mil años, soy un loco enjaulado
Tengo veinte mil años, soy el niño proletario
Tengo veinte mil años y estoy en el aire.
Estoy en el aire.
FITO PÁEZ, versión libre del relato "El niño proletario" de Osvaldo Lamborghini (Ver acá)
Ilustración: Carmen Cuervo
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