miércoles, 6 de febrero de 2019

Netflix, el living y las calles inseguras


Alguien dice que cuestionar el proyecto Netflix es una posición elitista, como si Netflix fuera LO popular e ir a las salas una cosa de elites. El problema Netflix no se vincula con el elitismo, de hecho el pueblo no tiene guita ni para pagar Netflix. El cine supo ser el espectáculo popular por excelencia. Lo pernicioso de Netflix es que se impone como un sucedáneo neoliberal del cine, va acaparando por prepotencia tecnológica los lugares que el cine solía habitar, con la condescendencia de la clase social que se ha recluido en su living a ver el mundo por una pantalla plana.

No digo que el peligro de extinción de la experiencia cinematográfica haya empezado con Netflix, pero Netflix está intentando echarle unas paladas de tierra. 

La experiencia cinematográfica, sin embargo, no está perdida, a pesar de que se hace un gran esfuerzo para que suceda. También contribuye ese usuario que se sumerge el finde a ver horas y horas de Netflix, porque es más cómodo que salir a la calle (¡que está tan insegura!) y ciertamente mucho más cómodo que estar en el living familiar o en el dormitorio conyugal SIN Netflix y sin saber qué carajo decir. (Lucrecia Martel dice que imagina esos dormitorios conyugales con los dos viendo temporadas completas en un día para no tener que hablarse). Es interesante pensar todo lo que Netflix como dispositivo ocluye. 

Quizás tengas la edad suficiente para haber conocido  los grandes cines, Palacios Plebeyos los llamó Cozarinsky, los cines de barrio que ahora son iglesias universales del reino de dios... Bueno, no creo que todo eso se haya perdido por la mano invisible del mercado, sino que el guión de la vida postmoderna borró ese tipo de socialidad. Y hoy para un público clasemediero es preferible quedarse viendo la cuarta temporada de Garchix, elegida en la góndola Netflix de acuerdo a un algoritmo que ya te sacó la ficha y te hace pensar que elegís. Llamás al delivery y pedís una docena de empanadas. Bueno, ahí ya no hay pueblo.

Ojo: no es el pueblo que falta, giles. Es que está en otra parte.

Pero ni aún así el cine se ha perdido. Varias veces al año aparecen geniales películas que solo pueden apreciarse en las salas. Es cierto, a veces la entrada sale cara, pero eso no es un fenómeno natural, igual que el tarro de pochoclos que te ofrecen a la entrada de los multipantallas. Todo está diseñado.

¿Quieren comprobar que el cine como espectáculo popular no se perdió? Vayan a ver Sueño FlorianopolisEl silencio es un cuerpo que cae al Gaumont, la platea colmada de habitués de esa sala, que no van a los shoppings porque no les alcanza para la entrada, saben que una película no se ve por el celular y van ahí a Congreso a ver qué película dan. Ahí está cine. Es cierto: es una excepción, pero existe, las personas que llenan la sala son carne y hueso, no usuarios, no seguidores, y las películas son películas en la pantalla inmensa. A veces en el Gaumont se corta la refrigeración o no hay suficiente personal para probar el foco de cada función. Pero eso no es un problema del cine sino de macri, es decir: Netflix.

Así que no hay que dar por muerta esa experiencia ni la posibilidad de que las políticas de estado la haga florecer.

1 comentario:

  1. Me encantan las tarjetas de regalo en netflix y siempre las utilizo, gracias al blog por los consejos de trucos para poder ver netflix de forma rápida y sin problemas, me gustaría que me recomienden más animes como http://verhentai.top/online/boku-no-pico/.

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