a Vincent van Gogh
La aldea está dormida.
Las tejas de las casas.
El campanario.
Los cipreses que apenas se han movido con la brisa.
Ni un ladrido de perro ni un gato que maúlle.
Los campesinos descansan del día y la fatiga en calma
o tienen pesadillas.
Verdes y azules las colinas
se mezclan a los azules y verdes de un cielo que parece estar gestándose
desde las pinceladas de Van Gogh.
Cielo como tumulto.
Cielo que avanza en oleadas.
Cielo que avanza en torbellino.
Cielo de astros que acercan
a la penumbra perezosa de la tierra
su tormento y su luz.
Quizás a una muchacha
que sube por una calleja solitaria
la sorprenda la majestad en cuarto creciente de la luna.
Luminosa luna.
Quizá se haya hincado de rodillas
y ahora murmure una plegaria por el amado que sueña pero no con ella.
Quizá murmure una plegaria por el dolor que hay en la tierra y en el cielo
en esta noche
en esta convulsión de estrellas.
Anna Fioravanti
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