jueves, 27 de diciembre de 2018

Germán García


Un tipo inteligente y amable a quien tuve la suerte de conocer en su Fundación Descartes, un sábado a la tarde de muchísimo calor, cuando nos invitó a hablar de Kierkegaard a Ana Fioravanti y a mí. 
Me llamó la atención su buen trato, su sencillez -cuando ya era uno de los faros secretos de Buenos Aires- y su curiosidad intelectual. No me debería haberme llamado la atención porque eso explica una parte de su relevancia. Pero siempre es distinto cuando lo conocés en persona.
Sigilosamente fue uno de los gestores del movimiento cultural de la Argentina moderna. Estaba en todos los lugares que podía en el momento preciso, escribió, pensó, organizó, creó revistas e instituciones. Se dice que su fundación Descartes, lacanianamente, no necesariamente se refería al filósofo del Cogito, sino quizás a la acepción de lo descartado, o incluso al pseudónimo que usó Perón en los años 50 para escribir algunos artículos. Será el calor o no sé qué pero siempre a esta altura del año parten muchos de los que nos acompañaron. Y nos queda la inquietud de por qué no estuvimos más tiempo con ellos, cuando estaban a nuestro alcance.

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