viernes, 17 de noviembre de 2017

El público, un fantasma



La persona que en una contemporaneidad real en un instante y en una situación real no tiene una opinión propia, adopta la opinión de la mayoría y, si es algo más luchador, la de la minoría. Pero la mayoría y la minoría, corresponde recordar, son personas reales, y eso es lo que fortalece en la unión con ellas. El público, en cambio, es una abstracción. Adoptar la misma opinión que otras personas significa estar al tanto de que uno corre los mismos riesgos que ellos, que ellos sufrirán con uno las consecuencias si la idea es errónea, etc. Pero adoptar la misma opinión que un público es un engañoso consuelo, ya que un público sólo existe en abstracto. Jamás una mayoría ha estado tan segura de estar en lo cierto y de tener la victoria como lo está el público. Pero esto no es consuelo para el singular *, ya que el público es un fantasma que no permite ninguna aproximación personal. Si alguien adopta hoy la opinión del público y mañana es abucheado, entonces es abucheado por el público. Una generación, un pueblo, una asamblea, una asamblea, un hombre aún tienen la responsabilidad de ser algo, conocen la vergüenza de la inconstancia y la infidelidad. Pero un público sigue siendo un público.

Søren Kierkegaard, La época presente


* Del danés Enkelte.


Ilustración: Carmen Cuervo

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