viernes, 29 de octubre de 2021

La raya -Nestor Perlongher

Hacer de raya espiralado ruedo?    de vestido, sombrero?    piso, hamaca?

cuando ésta se termine     cuando acabe     rempezar rempujar    rellenar  enllenar
cuando ésta crepe, espiralar la raya?     el firulete?
      llovía y te ofrecí
Hacer de hueco encarnizado cerro?
cuando rota la lente estalle el ojo    mirar lo desmirado
      tullir la opaca bota     cuando empiece       la lluvia,
      le ofrecí
estuve entonces?    cuándo?   cuando vuelva
                                               de vuelta darle vuelta
Juan a ser Pedro, Pedro a ser Cristina
qué voz, qué yeite, qué encorvado cuello       ofrecerá la lluvia
      cuando el mambo
hacer de torpe pie tullidas alas?
si acaso el dulce novio, cuando regrese, hallare
              violada madre     violentada esposa
              "el bueno, dicen, no es demasiado bello"
roto libro?
dar dado lo tenido?        comprar vestidos pastos?
Si prendido el aro       gime la triste oveja
     apalabrar en rejas       de entusiasmo senil,
           de antigua curva?
Si, pasado el Danubio, ya no restara tibia agua
            despertar a los presos en la noche llevando sucia sábana?
            así vestido?
Cuando ésta recomience, ser abandonado por ella?
           ser roído, mordido por sus fauces?
cuando llamen, nos estarán golpeando?
de terco hijo, espiralado padre?


Néstor Perlongher, "La Raya", Escenas de la guerra

domingo, 17 de octubre de 2021

Acerca del niño proletario

Caímos juntos barranca abajo

éramos tres del barrio y uno de la Villa 22

un pobre pobre, un pobre diablo

nosotros éramos los niños endiablados del amor

de las familias más argentinas

no nos dormimos sin rezar el Padre Nuestro al redentor.


El niño ausente, el proletario

traía en la sangre mil generaciones del peor alcohol

entre los fierros, entre los sapos

entre el calor casi demente del arroyo seco, arróyalo

lo convencimos, lo enamoramos

y le juramos que jamás se olvidaría de nosotros

y así le hicimos comer el barro

tragar la mugre misma con la que se había alimentado

y así le hicimos beber espanto

tres chicos ricos empresarios, lo más parecido a un santo

y nos reímos, nos animamos

pateando el culo de un chiquito hambriento, triste y solitario.


Tengo veinte mil años, soy un loco enjaulado

tengo veinte mil años, soy el niño proletario

tengo veinte mil años y estoy en el aire.


Yo le bajaba los pantalones

mientras mis dos hermanos le ataban los brazos, su sudor

nos empapaba, nos excitaba

yo puse dentro de él lo mío tan a fondo que explotó

y fui precioso, tan kamikaze

yo fui Calígula y él fue la Virgen que este Dios violó.


Lo liquidamos tan de repente

y mientras se moría yo le acuchillaba el corazón

y le di duro entre los dientes

ya no tenía voz el chico para pedir por favor

que lo matemos, lo antes posible

andá a cantarle a Gardel, andá a cantarle a Perón.


Tengo veinte mil años, soy un loco enjaulado

Tengo veinte mil años, soy el niño proletario

Tengo veinte mil años y estoy en el aire.

Estoy en el aire.

FITO PÁEZ, versión libre del relato "El niño proletario" de Osvaldo Lamborghini (Ver acá)

Ilustración: Carmen Cuervo

sábado, 16 de octubre de 2021

Lejanía salvaje y azul

 The Wild Blue Yonder (Werner Herzog, 2005)

por Oscar Cuervo

Según la descripción de Herzog: "Unos astronautas perdidos en el espacio, el secreto de Rosswell revisitado y un extraterrestre, Brad Dourif, que habla de su planeta natal, con su atmósfera compuesta de helio líquido y su cielo congelado… Esto forma parte de mi fábula de ciencia ficción”.

Herzog monta filmaciones subacuáticas documentales cedidas por la NASA, mientras desde el relato su protagonista renomina esas imágenes: lo que vemos sería el cielo congelado de su lejano mundo de origen. Las medusas herzoguianas se mueven con una gracilidad que ningún desarrollo digital podría haber logrado, mientras la música de Ernst Reijseger hace hablar en lenguas a estos alienígenas que en realidad son parte de la fauna marina. Una operación poética lejos de las tecnologías bélicas del 3D que asedian la percepción del espectador en películas como Avatar y pone en marcha el más honesto ilusionismo que el cine reconoció como posibilidad suya ya en sus orígenes.

Herzog es fiel a un propósito: tomar el cine como un órgano que extiende el alcance de la mirada humana hasta el límite de lo posible y, si pudiera, más allá. Lo que vemos en sus películas nunca es una invención, sino visiones inauditas de nuestro mundo. En esto, es el realista más radical.

miércoles, 13 de octubre de 2021

Caetano: Livros







Tropezabas con astros desastrada

casi no teníamos libros en casa

la ciudad no tenía librería

mas los libros que en nuestra vida entraron

son como radiación de un cuerpo negro

apuntando a la expansión del universo

porque frase, concepto, tema, verso

y sin duda sobre todo el verso

es lo que puede lanzar mundos al mundo.


Tropezabas con astros desastrada

sin saber que ventura y desventura

de esa calle que va de nada a nada

son libros y la luz contracultura.


Los libros son objetos trascendentes

que podemos amar con el amor táctil

domarlos, cultivarlos en acuarios

en estantes, gayolas o en hogueras

o lanzarlos desde las ventanas

tal vez eso nos libre de lanzarnos

o lo que es mucho peor por odiarlos

podemos simplemente escribir uno.


Llené de palabras muchas páginas

y de más confusión las estanterías

tropezabas con astros desastrada

pero para mí fuiste estrella entre las estrellas.


martes, 12 de octubre de 2021

Gabo Ferro: Cuerporeclamo

Yo sé de qué materia estoy deshecho

Yo sé de qué sustancia tejeré mi propio cuerpo hoy

Mi cuerpo verdadero es el que ahora mismo siento

flotando entre los colores mi cuerpo va en suspensión.


Yo tengo un cuerpo

Tengo un cuerporeclamo

Reclamo mi espacio.


No va de la superficie de una falda o un cañadón

como es adentro es afuera, y como desee, soy

yo sólo sigo a mi cuerpo, donde va mi cuerpo voy

y si hoy me pide esta forma, cuando me piden yo doy.


Yo tengo un cuerpo

tengo un cuerporeclamo

reclamo mi espacio.


Mi cuerpo es como mi mundo, fluctúa

tu cuerpo es como tu mundo, se cae.


Yo tengo un cuerpo

tengo un cuerporeclamo

reclamo mi espacio.

domingo, 3 de octubre de 2021

La ley del deseo / La voz humana

Almodóvar y la máquina de narrar



por Oscar Cuervo

Hoy por streaming volvemos a las primeras películas de Almodóvar. Hace pocos meses se conoció su mediometraje La voz humana, con Tilda Swinton, basado en la obra teatral de Jean Cocteau que ya había sido filmada por Rosellini (uno de dos episodios de L' amore, 1948), actuada con patetismo sin humor por Magnani: una desgarrada conversación telefónica con el amante que la abandona, la sumisión agresiva de la abandonada. La versión de Almodóvar es tan distante como pueda de su antecedente fílmico, una ruptura amorosa por bluetooth que deja a la vista el artificio de tanta pasión.


Ahora en streaming también podemos ver la mejor película del joven Almodóvar, a la altura de las mejores de su obra: La ley del deseo (1987). Volver a verla es curioso por varios motivos: el protagonista (Eusebio Poncela) es un cineasta-guionista -es decir, alguien muy parecido a Almodóvar- que está preparando justamente una puesta teatral de La voz humana, aquí protagonizada por Carmen Maura (hermana transexual de Poncela): más pasional que Swinton, no tanto como Magnani. En La ley del deseo se esbozan varios microrelatos que Almodóvar convertiría más adelante en largos (la violenta La piel que habito, la disparatada Mujeres al borde de un ataque de nervios, la fallida La mala educación y la perfecta Dolor y gloria). Simétricamente, Dolor y gloria es una vuelta madura al fuego -o las cenizas- de La ley del deseo. Su serena melancolía proviene del desencanto existencial de un cineasta ya no joven que perfeccionó su melancolía y su destreza estética -otro director-guionista que se parece mucho al Almodóvar actual -ver acá-.


La revisión de su obra a lo largo de cuatro décadas invita a repensar el lugar de Almodóvar en esta época de tránsito entre los '80 y la actual mutación del cine: el fin del cine tal como lo conocimos y la proliferación de otra cosa también llamada cine. Cómo Tarantino, el plano almodovariano es el gozoso dispendio de una herencia que se sabe destinada a morir, con amor a su finitud. Almodóvar como Tarantino pusieron en sus películas en marcha la apoteosis de la narración exhuberante. No se limitan a contar un cuento sino todos los cuentos posibles. Nunca fueron clásicos, porque su incontinencia estética los empujaba a desequilibrar. Tarantino y Almodóvar extreman su potencia ficcional, al asumir una tradición que llevan hasta sus límites: narrar hasta que duela. Son máquinas de narración incesantes, feroces y felices.


Volver a ver hoy La ley del deseo permite resaltar su singularidad estética: su aproximación al melodrama no es neoclásica ni paródica. El autor cree profundamente en la pasión desatada de sus criaturas y a la vez percibe la comicidad potencial de su retórica. El humor en él no va en desmedro de la emoción. El final vibrante de La ley del deseo, con la pareja de Poncela y Banderas amándose por última vez, mientras abajo en la calle esperan un dotación de patrulleros que iluminan la noche de azul titilante y la frustrada Carmen Maura sufre un nuevo abandono es a la vez cómico y conmovedor. Almodóvar no se ríe de la pasión de sus personajes ni de su sufrimiento: los acompaña con estallidos de color y música, intercala gags hilarantes y con todo eso piensa en el artificio del mecanismo. Esta ondulación entre distancia y cercanía no implica menoscabo alguno de las pasiones desatadas. El melodrama alodovariano ríe, llora y piensa.



La apoteosis ochentosa de Almodóvar prepara sin saberlo el terreno para la irrupción de Joao Pedro Rodrigues en el siglo que sigue. Pero esto ya es otro cantar.