Martín Heidegger
¿Qué sucede con el arte en la sociedad industrial, cuyo mundo ha comenzado a transformarse en cibernético? ¿Se convertirán los enunciados del arte en algún tipo de información en y para este mundo? ¿Se irán a determinar sus producciones por el solo hecho de que satisfagan el carácter procedimental del círculo regulador industrial y su constante consumación? Si así fuera, ¿puede la obra de arte seguir siendo obra todavía? ¿Acaso no tendrá su sentido en quedar rezagada, ya desde antes, al servicio de la ejecución continua del proceso creativo, el que se regula solamente desde sí mismo y, de ese modo, sigue estando encerrado en sí mismo? ¿Se presenta el arte moderno como una retroalimentación de informaciones en el círculo regulador de la sociedad industrial y del mundo científico-técnico? ¿No recibirá incluso desde allí, la muy mentada “industria cultural” su legítima fundamentación?
Estas preguntas nos acosan como preguntas. Y convergen en una única, que dice:
¿Qué pasa con el encierro del hombre en su mundo científico-técnico? ¿No impera en este encierro, quizá, el retraimiento del hombre frente a eso que lleva al hombre recién a su determinación más propia, para que él se disponga lo justo, en vez de disponer en forma calculadora, tecno-científicamente, de sí mismo y de su mundo, de sí mismo y la propia fabricación técnica de sí mismo?
Martín Heidegger, "La proveniencia del arte y la determinación del pensar",
Conferencia dada en Atenas, 4 de abril de 1967
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