jueves, 13 de junio de 2019

La visita



La semana pasada se estrenó el documental La visita de Jorge Leandro Colás, que registra las visitas periódicas que hacen al penal de Sierra Chica las mujeres -parejas, madres, hijas- vinculadas a algunos de los hombres presos. 

El inicio se sitúa en el punto de llegada del micro con las mujeres, antes del amanecer. En un almacén ubicado cerca del penal, ellas van a tomar algo mientras esperan que se haga la hora o cargan sus celulares. En la pensión en las que algunas de ellas pasan el tiempo previo a las visitas, conversan, intercambian experiencias, expectativas y conflictos. La pensión es de una de las mujeres que tiene a su marido preso y se quedó a vivir allí. Alrededor de la cárcel hay montado un mecanismo que las aguarda y por el que también tienen que pagar.

La cámara las acompaña también mientras hacen la cola y esperan ser autorizadas por los guardias para entrar, contra las rejas, del lado de afuera. En las torres, los vigías empuñan sus armas.

La cárcel es esa institución a la que ninguno quiere entrar, excepto ellas, para ir a encontrarse con sus seres amados. Esta experiencia por la que pasan nos concierne de un modo tácito que el cineasta sugiere sutilmente. Colás no se interesa por filmar sucesos espectaculares ni episodios sórdidos del sistema carcelario -como a veces hace la televisión sensacionalista- sino la cotidianeidad de esas mujeres afectadas por el encierro de sus hombres. La película no se construye en torno a picos dramáticos sino que hace el registro de una circulación normalizada. Esta habitualidad no implica una mirada imprecisa y generalizadora sino, por el contrario, la visión singularizada del mecanismo de espera para sus encuentros. El cine no hace sociología sino nos muestra a las mujeres que atraviesan estos dispositivos con sus historias personales y en su corporalidad. Se da el caso de que son todas mujeres pobres.

El tono que impregna a la película es de una tristeza sobria, con alguno destellos de felicidad y de ternura. Colás nos muestra esas zonas del espacio político que no deseamos ver, pero que afiatan el orden establecido que nos incluye, mediante la exclusión de algunos. Hay un fuera de campo de esa espera en el que están los presos y otro en el que estamos nosotros, los que miramos de afuera. Esa continuidad de los espacios de los que la película muestra solo una parte pero implica las otras dos puntas es lo que le da su politicidad. 

Colás es un cineasta interesado en filmar estos dispositivos de inclusión / exclusión social en  su materialidad concreta. Lo había hecho en Parador Retiro, en la que mostraba el ingreso nocturno de los indigentes al Parador, las normas de admisión, los horarios rígidos en que las puertas se cierran o se abren, los que no llegan a entrar, los que pasan la noche adentro. En ese adentro van a parar los que están afuera. 

En Los pibes mostró a centenares de chicos que anhelan ingresar a las divisiones inferiores de Boca, el duro proceso de selección en el que al final solo queda uno y la línea ideológica super-individualista que los dirigentes del club finalmente le bajan al que tiene el privilegio de ingresar. Portones, enrejados, torres de vigilancia, alambrados que delimitan áreas de admisión y exclusión son algo más que una metáfora, los mecanismos concretos por los que un sistema político administra la desigualdad.

En este audio, un tramo del programa Patologías Culturales (FM La Tribu, sábados a las 18) ,comentamos La visita junto a Maxi Diomedi y le hacemos una entrevista a su director, Jorge Leandro Colás. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario