de lo mejor de 2019
por Oscar Alberto Cuervo
Constantin Popescu hizo en Pororoca una película de una violencia apabullante, no solo ni en primer lugar porque muestra algunas escenas muy violentas: en proporción, la violencia abarca una parte mínima de su metraje. Justamente esa presencia mínima de la violencia en escena constituye la prueba de que para este cineasta rumano la violencia -como denominador común de la vida contemporánea: los actuales cineastas rumanos suelen filmar desde el borde extremo del presente- es también un problema acerca de la forma cinematográfica. ¿Cómo darle forma cinematográfica a la violencia sin allanarse a la tendencia de alimentar su escalada? Puesto que el mundo avanza hacia una escalada de violencia que inunda las vidas particulares.
Por eso Poporoca es la impugnación radical del género de venganza que el cine norteamericano propagó como la naturaleza del entretenimiento cinematográfico. Como espectadores expuestos a los miles de películas que Hollywood produce y difunde en las pantallas mundiales, vimos tal cantidad de asesinatos que llegamos a percibirlos como casos de una ley natural. El cine norteamericano trabajó aplicadamente durante décadas para habituarnos a presenciar asesinatos como sucesos de la vida normal para que finalmente la realidad imite al cine. En el siglo xx, los vencedores de la segunda guerra prepararon el hábito indolente de las masacres no como una irrupción extemporánea del mal (rol que los vencedores le asignaron al nazismo) sino como reacciones de las personas normales.
El protagonista de Pororoca tiene todos los atributos de un tipo normal. Es sencillísimo identificarse con él en los planos-secuencias iniciales en los que él constata la desaparición repentina de su hijita. Popescu pone en marcha de inmediato el mecanismo de la identificación, el recurso más eficaz del cine de Hollywood para sujetar la experiencia del espectador.
Durante dos horas y media nos disponemos a acompañar al padre crecientemente preocupado, angustiado, desesperado y devastado por la falta de su hija. Popescu mueve esa progresión con fluidez y discreción, cuidándose de mantenernos siempre muy cerca del padre. Ese seguimiento desemboca en un final atroz que hace implotar la comodidad del espectador sujetado por la identificación con el protagonista.
Pororoca es una elección extraña para un título: es una palabra del tupí guaraní que no tiene nada que ver con el título con que se conoció su película en los países de habla hispana donde se estrenó, "La desaparción", que define su relato más superficialmente. "Pororoca" es la confluencia de dos corrientes de agua, una oceánica que penetra en el cauce estrecho de otra corriente de un río. Cuanto más estrecho es el cauce del río, más estruendoso y arrollador es el choque que arrasa con todo.
Popescu no hace ninguna referencia en el transcurso de la narración a esta metáfora. La corriente marina estalla por arriba mientras la fluvial trata de resistirse por abajo. Esa fuerza arrasadora es motivo de reflexión de la forma cinematográfica con que Popescu trata el mecanismo de identificación.
En Rumania no se produce este fenómeno propio de los períodos de pleamar en el delta del Orinoco. En cambio, en Rumania se producen películas que dan forma pensante a estos choques nada naturales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario