martes, 29 de enero de 2019

Kierkegaard y las interpretaciones


Cualquiera que no esté confundido con la aplicación de la dialéctica hegeliana en las esferas existenciales, cualquiera que no esté aletargado por completo gracias a la sofística del periodismo, sin ser precisamente un dialéctico, comprenderá con facilidad lo siguiente. Si alguien, al afirmar que explica algo, efectúa un cambio en la esencia de este algo (el sujeto), no lo explica, lo cambia. Mediante una explicación, tiene lugar el cambio en el predicado, de modo que lo cuestionado sigue siendo lo que es, pero ahora mediante la explicación, a todas luces, se revela como tal. La explicación es el predicado hecho explícito. Por el contrario, si la así llamada explicación efectúa un cambio en el sujeto, entonces, por supuesto, no está explicando el sujeto cuestionado, sino que introduce un nuevo sujeto. Si una explicación es tal que de ella resulta un cambio, y si la confusión no ha de producirse, entonces esto debe expresarse definitiva y decisivamente así: que se reconozca que uno, en lugar de explicar lo cuestionado, habla de cualquier otra cosa.

Søren Kierkegaard, El libro sobre Adler, cap. III (inédito)
Traducción directa del danés de Ana Fioravanti

Ilustración: Carmen Cuervo

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