jueves, 19 de enero de 2023

Un colectivo muy rojo


por Daniela Andújar


con un pareo mal atado,

medio húmedo y sin bombacha,

voy hacia mi casa

(unas veces refugio, otras bomba)

en el colectivo 55 

un colectivo muy rojo que viene de la Provincia atravesando San Justo

donde todavía creo que está el sol de mil novecientos ochenta y cinco

alumbrando como un terremoto vertical el cobro de las rifas de la Casa Cuna

y tuve un amor imposible hecho posible.

y deshecho.

ahora ese mismo colectivo pasa bajo mi ventana

en la Capital Federal de este tórrido diciembre del año 2022

estoy a punto de llegar a mi casa

en otro 55

   idéntico y enemigo

que me arranca lejos del refugio

para depositarme en la noche mojada

con Señoras muy perladas

Señora Magdalena, Señora Divietro

que pronostican el pasado de mi mamá

y lloran conmigo

como si ellas fuesen sensibles

de almas socialistas

yo me miro con ojos de perro mojado

esperando que no se me note la falta de bombacha

(algo peor que no tener zapatos)

envuelta en un pareo que dice RIO DE JANEIRO-COPACABANA

con chicas que samban en bikini y tacos de plataforma

semidesnudas también, pero preparadas y contentas

miro a las Señoras, 

termino llorando con ellas

como si el Gran Alma de Mi Mamá

hubiese bañado con luz a estas Señoras de la Burguesía Aspirante con perlas y cabellos de raza

y lloro “viendo” a mi mamá reina de la compasión

 profana y pura

que conmueve a gente tan quieta y enjuta

con sus perlas, ella también

sus copas de cristal, ella también, 

sus modales, ella sí

que piensan que la lujuria material es de muy mala educación

y así son estas Señoras

a las que mi mamá igualmente respeta

por suponer, durante algunos segundos, si no se había equivocado de 

progreso

y estas mujeres con peinados de laca

que visten pulóveres azules de lino azul con detalles inofensivos

lloran a mi mamá sin importarles que mi aspecto sea ese;

tengo el pelo mojado

chorreo por todos lados

y quiero tomar el colectivo 55 que baje por Thames

que abandone Palermo, el Hipódromo y la Sociedad Rural

que me dejen volver

pero estoy poniéndome un pareo seco, extremadamente rojo 

para prepararme a recitar

junto al poeta Fernado Noy

que también está mojado y suda

y llora en su camarín con lamparitas 

que alumbran y no

un camarín un poco pequeño y un poco roto

¿qué hacemos las dos allí?

La Noy me incita a leer esos poemas (¿cuáles, del Dengue?)

aunque no tenga bombacha, pero sí un pareo limpio

entonces el chofer me guiña un ojo

en esa noche mojada y descalza

entre los modales y los dedales

las señas y los señuelos

las perlas y la falsedad

a ver si ya nos enteramos que hemos venido a hacer lo nuestro

pisando sobre el mundo

con la planta de los pies

sin atenuantes, sin defensas

yo voy parecidamente a Ella, Mi Reina Madre:

me duelen los pies descalza

pero mucho más con los zapatos puestos

La Noy, también dolida,

vino a mi sueño a acompañar la travesía

de la única forma que lo haremos

siendo el poema que somos 

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