viernes, 29 de noviembre de 2019

The Irishman da más para la conversación que para el placer del cine

No da para película del año


Toda la cháchara que despertó la película de Scorsese se adjudica más a asuntos que la rodean que a la obra misma: el estreno en pocas salas, la controversia Netflix, las caras tuneadas, anecdótica alrededor de la película pero no la película en sí. No se entiende a veces qué edades tienen los tres personajes principales porque son máscaras digitales. A mitad de camino entre el artificio, la ostentación tecnológica y el morbo por la vejez. No llega a ser artificio declarado y gozoso, como hacía Fellini con los mares de plástico o las puestas desorbitadas de De Palma, que exhiben el artificio como tal, porque la imagen del resto del elenco de The Irishman tiende a reforzar una impresión de verosimilitud y a De Niro, Pacino y Pesci se les niega lo más potente que tienen, su presencia fotogénica. No hay juego artificial entonces, sino cepo digital. El CGI acerca al trío de actores veteranos al mundo de los dinosaurios de Spielberg-Lucas más que a la poderosa tradición de la que ellos proceden. Curiosamente le resta precisión a sus actuaciones y la acerca a la textura Netflix, siempre retocada.

Si quieren pandillas de wise guys, vayan a Calles peligrosas, Buenos Muchachos y la gloriosa e insuperable Casino. Irishman sería la versión senil-Netflix de las que uno extraña mientras ve Irishman. Incluso se extraña el poderoso brío de El lobo de Wall Street, esta sí la mejor película que hizo Martin en décadas.

Este fue un año Scorsese gracias a Rolling Thunder Revue: A Bob Dylan Story by Martin Scorsese, el extraordinario documental que hizo junto a Dylan. Después porque a propósito de Joker todos se acordaron de (o al menos nombraron) El rey de la comedia, para notable menoscabo de Jocker. Olvídense de Jocker y vean El rey de la comedia.

Scorsese declaró que Marvel no es cine, pero uno se pregunta si lo mismo no puede decirse de The Irishman. Un sucedáneo del cine después de que Hollywood intentó matar al cine, con la textura lustrosa y somnífera de Netflix. (Lo confieso: la imagen brillante y plástica de Netflix me produce la reacción física del sueño). Incluso las declaraciones de Scorsese contra Marvel suenan más a estrategia de marketing para posicionar un producto al que le cuesta mantenerse solo sin toda esa ortopedia.

En se última hora, se detiene el ritmo frenético del montaje scorseseano y asoma la película que habría podido ser si no estuviera tan cargada de asuntos laterales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario